Flaubert: un escritor-faro.

En este caso, Voyage en Egypte, de Gustave Flaubert. En el prólogo, Pierre-Marc de Biasi sostiene que a su regreso de Egipto -travesía muy de moda en esa época, que emprendió junto a su amigo Maxime du Camp- Gustave se instaló en París convencido de que, a partir de ese momento, su vida debía reducirse a la escritura. De vuelta de todo, y justo antes de abocarse a la escritura de Madame Bovary, Flaubert supo que sus peripecias vitales, entonces, debían perseguir un único objetivo: encontrar el momento y el lugar apropiados para trabajar la escritura. La escritura, lo único.

Semejante desafío autoimpuesto requería de su parte un trabajo de voluntad para edificar una disciplina (una monomanía) de escritura. En el prólogo, de Biasi transcribe una anécdota ( si lo inventó, lo mismo da) que refleja esa convicción. Gustave escribía desde las tres de la madrugada hasta la media mañana, todos los días, sin excepción. Y como residía en un departamento con vista al Sena, los navegantes que lo recorrían por las noches a bordo de sus embarcaciones se habían acostumbrado a la luz de su ventana para guiarse en la oscuridad…

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