Schmukler, Bartleby y Vila-Matas

Enrique SCHMUKLER
Université Paris 8 (Vincennes - Saint Denis)

2000, el año de publicación de Bartleby y compañía, de Enrique Vila-Matas, es representativo de una de las lecturas críticas más extendidas sobre el texto1. Se parte, en efecto, de un diagnóstico milenarista, apocalíptico. Un incontestable convencimiento dirige los pasos del narrador : escritor bloqueado, bajo la amenaza de la factibilidad del fracaso de su empresa literaria, sabe que la literatura universal está en crisis. La crisis es un laberinto porque los escritores abandonan la literatura en masa. El « laberinto del no », como lo define, no muestra una puerta de salida porque el nudo del problema es, en verdad, una tensión ontológica : la literatura debate consigo misma su posibilidad de ser :

Me dispongo, pues, a pasear por el laberinto del No, por los senderos de la más perturbadora y atractiva tendencia de las literaturas contemporáneas ; una tendencia en la que se encuentra el único camino que queda abierto a la auténtica creación literaria : una tendencia que se pregunta qué es la escritura y dónde está y que merodea alrededor de la imposibilidad de la misma y que dice la verdad sobre el estado de pronóstico grave –pero sumamente estimulante– de la literatura de este fin de milenio.2

Hay que salvar a la literatura de su propia imposibilidad, de su tendencia a la autoextinción, liberarla de su propio bloqueo. La crisis paradójica que ve el narrador trasluce afinidades con una línea crítica que ya ha desarrollado Maurice Blanchot en toda su obra en lo que se refiere al lugar que ocupa el silencio en la creación literaria3. Salvar a la literatura es, para el narrador, la misión. Sacarla de ese círculo de imposibilidad. Pero ¿cómo hacerlo? Esa es la pregunta que aparece en las primeras dos páginas de la novela, en donde el narrador-personaje vuelca el programa general del texto –que es una novela-ensayo– antes de lanzarse a escribir las ochenta y seis notas a pie de página, suerte de vademécum de los males de las letras contemporáneas.
No es poco significativo que en la primera oración de la primera de estas glosas, leamos : « Robert Walser sabía que escribir que no se puede escribir, también es escribir »4. La frase, aunque referida al escritor suizo, bien puede ser aplicada al primer nivel del texto, esto es, el proyecto del narrador. Condensa un método. Para liberar a la literatura del círculo de su propia imposibilidad, el narrador escribirá sobre los escritores-síntoma de esa imposibilidad. En el mismo movimiento dejará atrás su propio bloqueo.

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